viernes, 1 de noviembre de 2013

DUEÑOS ABSURDOS

Hay mariposas que vuelan aun muertas en desiertos y arenales,
Emanando risas y sentimientos fértiles en los secos y vacíos pensamientos del caos,
Para desangrar la piel morena en un tiempo fijo,
Para arrancar la piel quemada en la hierba verde,
Para lastimar con dagas la piel canela en el cerro que siente,
Y  colapsar ante la deteriorada piel clara que rompe cristales si miente.

Que perenne resulta la caótica historia que carcome a los huesos en pueblos muertos,
En pueblos sin habla, en pueblos sin vista;
En pueblos sin espíritu de lucha, en pueblos y en más pueblos desechables.

Ya nadie despierta con una sonrisa sentida,
ya nadie despierta con gusto e intriga.
Ahora se pierden cual viles borregos que siguen las manadas sin hallar su dueño.

Un dueño que golpea con palos, sogas y cabestros.
Dueños que ocultan el sabor de la gloria.
Dueños que odian a pueblos enteros y los manipulan como títeres pequeños.



viernes, 25 de octubre de 2013

CORAJE DE INDIO

Indio soy porque me levanto con el gallo en pleno sereno,
indio soy porque me baño en agua fría con la rana en la sequia de los campos mañaneros,
indio soy porque como carne insípida con el gavilán que caza lombrices en las cosechas.
Indio, sin duda alguna.

Indio porque ordeño las vacas en pleno cerro,
indio porque canto quichua por cualquier sendero,
indio porque troto con el caballo en pleno aguacero,
indio porque soy un labriego de cara sucia y morena.
Indio sin duda alguna.

Indio soy desde que tengo memoria.
indio soy de cuna con cobija de cuero de toro viejo.
indio porque muelo a mano maíz y morocho para mis nietos
indio porque tuesto habas en las pailas de mis abuelos,
indio porque visto poncho, zamarro y botas cuando taita dios llora desde el cielo.
Indio sin duda alguna.

Indio porque tomo guaro y chicha de jora,
indio porque hablo un español que no entienden los blancos,
indio porque cuento con los dedos y el maíz en la mesa.
Indio sin duda alguna.

Indio porque trillo la cebada con el sol del mediodía,
indio porque crio cuyes, conejos y borregos,
indio porque me gusta ser fiel a la tierra,
indio porque no quiero dejar mi casa de paja.
¿Indio por amor de Dios?.

Indio por ir los domingos a confesarme donde el señor cura,
indio porque rezo las noches aunque esté a oscuras,
indio porque me asusta el diablo manso,
indio porque el diablo no pide descanso.
Soy indio sin contemplación.

Indio porque mis manos son de piedra,
indio porque mi cuerpo  es de roble,
indio porque mis piernas son de mulas,
indio porque mis pechos son de hierro.
Indio con poder en la siembra.
Indio sin duda alguna.
Soy indio no lo niego.

LA PALABRA

Vengan a mí, palabras, y más palabras, para descubrir la esencia del verbo.
No detengan a mi pluma furiosa que quiere danzar con el predicado sobre el agua,
hasta degollar al sujeto hostil en mil vanidades efímeras,
que ahoga al siervo de las letras en realidades perdidas,
prendadas al cielo con clavos de colores,
sin escuchar el auxilio del frívolo complemento en un tibio cementerio.
Universo lleno de lenguaje          Fuente: MV- Puerto López

miércoles, 29 de octubre de 2008

UN SUEÑO DEL SILENCIO

El silencio parco de la tarde,
trae en su vientre frágil pero fértil, 
el perfume de los vientos solitarios 
que conducen al camino de la muerte. 
Buscan huellas de los padres de la tierra,
Que han guardado esos inmensos follajes verdes día y noche, 
Pretendiendo ser los amos de la vida, pretendiendo que su mundo sea fuerte.

¡Algo se acerca a lo lejos de esa montaña!. Logro distinguir la sombra de un sombrero vaquero y carabina de hierro que trae consigo aquel hombre desconocido. Junto a él, un perro achacoso y viejo. A la distancia veo que es alto, casi de un metro ochenta y cinco. Su paso es lento pero firme. Ha tropezado con la pata derecha y enlodada del animal. Tres aullidos denotan el dolor que sintió. Es un anciano. Parece algo cansado, los brazos le cuelgan como dos lombrices son vida. Jadea cual toro en plena corrida. Se tambalea al son del viento frío y tiritante. He notado que se dirige hacia mí. Creo que me ha visto. ¿Quién será? ¿Me conocerá?... tiene un aire familiar ¿Por qué de pronto me ha entrado la sensación de correr a abrazarlo y mimarlo? Pero a la vez el miedo invade todo rincón de mi cuerpo… ¿Acaso será él? ¿Acaso habrá vuelto?, ¿Habrá vuelto para llevarme a su lado? ¡No lo creo! Eso es imposible ¿o no?... hace más de 13 años que se marchó sin boleto de retorno! No sé quién me lo arrebató tan pronto! No disfruté sus mimos, sus besos, sus regaños, ¡Como lo extraño! ¡Cuánto lo recuerdo!

Nuevamente ha mencionado mi nombre, ahora con imponencia grita mi nombre. Trato de ubicarlo, peo la neblina ciega mi espacio. Sin embargo, una presencia se posa a mi lado. Una mano helada, arrugada y débil sostiene mi brazo. Y un olor a rosas y eucaliptos rodea mi ambiente. Quiero gritar, pero el nudo en la garganta me lo impide. Quiero correr, pero las piernas se aguadijan. Mi cuerpo pierde movilidad.

De pronto, una voz dulce, entrecortada y suave, me dice: “he vuelto a casa. ¡Soy yo!. No te asustes. Ahora sí iremos a cabalgar a las faldas de las montañas. Claro, tú con mi poncho de alpaca que compramos donde el indio José. Vamos, no perdamos el tiempo”. Allí supe que era él. Era ese hombre que durante 156 meses me había hecho falta. Era Don Manuel Velarde, o amo mañito, como acostumbraban a decir los criados. ¡Era mi PADRE!
Di la vuelta tan rápido como pude, y lo estremecí en mis brazos, hasta que Diamante, el perro de 9 años lame y acaricia mi mano. Lo mimo 4 veces. La última en el lomo. Los dos no habían cambiado en lo más mínimo. Eran tal cual los recordaba. Más cuando nos preparábamos para subir a los caballos, una polvareda imparable se levanta. Cierro mis ojos. Apego mi rostro al pecho de mi padre, y él con su mano derecha sostiene su sombrero y con el otro el arma que carga para todo lado. Diamante se protege entre mis piernas. El viento se intensifica, pasan aproximadamente 13 segundos. Me encuentro nuevamente sola. Abro mis ojos de forma violenta, y lo único que veo: mi habitación semi-oscura alumbrada con 3 rayos de luz de la madrugada. La ventana con vaho hasta la mitad. Y cientos de sombras.
Me reincorporo lentamente, pensativa, anonadada. Parecía tan real y auténtico. Pero una vez compruebo, que tu ausencia es verdad.